viernes, 13 de diciembre de 2013

Vuelos en destrozos.

Caminaba por la vacía calle, tan llena de gente como siempre. Oía gritos, música, conversaciones, todo a la vez y sentía que mi cabeza iba a volar en pedazos.
Llegué a la puerta del teatro y lo busqué con la mirada. Ahí estaba, con su maldito cigarrillo y su maldita chaqueta de cuero. Rompiéndome la vida.
Lo miré. Lo miré con fuerza, con odio, con todo lo que sentía en ese momento. Él me había hecho así.
-Que te follen.-dije mientras venían océanos a mis ojos. Pero no dejé que se escapara ni una sola lágrima. Me sentía fuerte.
-¿Qué?
¿Cómo se atrevía? 
Le pegué un puñetazo con toda la fuerza que pude. Le clavé las articulaciones de las falanges. Y vi cómo la mejilla le empezaba a llorar rojizo. Entonces me dí media vuelta y me perdí en la masa de gente, ruido, gritos, vueltas.
Ella me esperaba en la puerta de aquel local. Entré con ella.
Olvidando como olvidaban.
Muriendo como morían.

A la mañana siguiente, me levanté siguiendo el plan que no sabía cuando había empezado. Pegué un último trago a la botella que estaba encima de la cama. Salí a dedicarle una última sonrisa a mi madre. Se la merecía. Por lo menos eso. Volví a mi habitación.
Salí a mi pequeño balcón que se alejaba nueve pisos del suelo. Me subí al borde y me puse de pie.
-Que te follen a ti también-susurré al aire que cazó mis palabras, mis últimas palabras, en vapor.
Extendí los brazos y sentí como el frío invernal entraba en mi camisón. Respiré profundo. 
Y volé. Como habíamos prometido. Como había quemado su promesa hasta consumirla como a mí.
Y volé. Sabiendo que en en unos segundos estaría más rota que nunca.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Espejos malditos.

La miré pensando si una persona en el mundo entero podría ser más despreciable. Después la examiné. Esos ojos azules tan perdidos y eso que solo estaban reflejándose. Esos labios gruesos y esa nariz tan pequeña rodeada de las malditas pecas invernales que contrarrestaban algo de lo malo de aquel rostro. El pelo rojizo que bajaba y bajaba hasta perderse en la oscuridad.
¿Quién era esa persona? Yo no era así. Yo no tenía ese maldito brazo. Me subí el camisón y la miré. Llena de rajas que se metían dentro de su cuerpo en intentos fallidos de dejarla sin vida. Y ojalá que estuviese muerta. ¡Ojalá!
Sonreí y la miré. Hasta su sonrisa era fea. Y me puse a llorar. Llorando estaba peor todavía.
La miré un instante más antes de cerrar los ojos y romper el maldito espejo en el que ella estaba encerrada. Vi como las láminas del espejo se dividían en miles de pedazos y se rompían hasta que mi reflejo desaparecía.
Llena de sangre, me tumbé en el suelo. Y todo a mi alrededor se desvaneció.
Yo la quería. Yo quería a la maldita chica del espejo.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Amor sin rumbo.

Yo estaba sentada en el coche, intentando bajar todo lo que había subido mientras el humo salía de mí sin remedio.
Nos habían echado de aquel local, y tú estabas lo suficiente ebrio como para llevarnos a esa gasolinera. Antes me habías dado el que sería nuestro último beso, y me habías llevado en tus brazos al coche, mientras los dos reíamos.
Es cierto que nos moríamos. Hacía meses que la policía nos buscaba, pero a ti te daba igual. A mí no, me odiaba por haberte roto más de lo que ya estabas. Y ya es decir.
Viniste corriendo al coche, cogiste mi cigarrillo y tomaste una calada antes de arrancar el coche.
Arrancaste y nos perdimos en la oscuridad de la noche. ¿Dónde estábamos? Yo lo sé.
En una carretera, tan vacía como tu corazón, en cualquier lugar del mundo.


Y perdiéndonos a nosotros mismos.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Caminos solos como el alma que se apoderó de ella.

El crujido de una hoja sonó a la vez que el mechero, que sostenía con una mano y resguardaba con la otra, prendía intentando que no fuese apagado por el frío. Qué ironía, cuando su llama se había consumido hace tanto tiempo, y nadie había vuelto a intentar encenderla.
Era pelirroja con pequeñas gotas de sangre sobre su nariz y debajo de los ojos. Su tez era tan pálida como la nieve que ella solía desear.
Estaba sola en el enorme parque. Tomó una calada y la soltó con placer. Aunque de todas maneras, ella ya sabía que ese vacío no lo podía llenar aquel humo.
Alguna vez le habían dicho que se estaba matando, y ya no sabía si en realidad eso era lo que ella quería. Con cada calada se acercaba más al fin del dolor. Y tras cada calada la soledad y la locura se apoderaban de ella.
Llevaba un vestido rojo, y una enorme chaqueta de cuero que intentaba llevarse el frío que él le había dado.
A cada día que pasaba, el otoño se iba haciendo más frío y se acercaba su queridísimo invierno.
Se empezó a columpiar poco a poco, pendiente de que el cigarrillo que agarraba con desesperación no se cayese. Cuanto más alto se columpiaba, más sentía el frío en las piernas, y en el dolor.
Se cayó del columpio y se empezó a reír.
Cogió otro cigarrillo y se puso a llorar. Echó el humo con rabia.
Y es que él la había abandonado. Y es que él la había dejado allí sola con todo ese desastre.

¿Y qué le quedaba? Solo esos malditos cigarrillos que la alejaban de la vida y la chaqueta de cuero que se dejó él aquel día en su casa.

jueves, 31 de octubre de 2013

Heridas.

Mientras ellos hablaban, ella se quedó clavando el gris de sus ojos en aquel árbol de tantos en el parque.
Estaba lleno de nombres rasgados en la corteza. Lleno de cortes. Se subió un poco la manga, miró de reojo su brazo lleno de lunares y cicatrices y vio su similitud con aquel árbol. Suspiró. 
Sacó el iPod del bolsillo de su sudadera y cambió de canción. ¿Qué haría ella sin su música?
Cogió un mechón de pelo y se lo puso detrás de la oreja.
Volvió a mirar el árbol. Esta vez intentó intentar encontrar las diferencias. A pesar de todo, no había tantas. Volvió a pensar en los cortes de ambos.
''Pero a ti te los hacen las personas'' pensó durante un momento.
¿Y acaso aquel chico rubio no la estaba destrozando, no estaba creando nubes para después precipitarlas? 
¿Acaso su madre no la había dejado allí, sin más? ¿Acaso algo iba bien?
Se giró hacia sus amigos y rió como si no estuviese rota. Mientras hablaba con ellos seguía pensando en el árbol. 
Y en que los cortes se los hacían también las personas.

viernes, 25 de octubre de 2013

La llamaron fría. Ignorantes de que el hielo quema.

Entró a clase con una sensación de limpieza en el cuerpo. Entró segura, con la vista al frente y la expresión fría. Todos la contemplaron. Siempre lo hacían: ellas deseando algún día mirarse al espejo y verse como ella, ellos lamentándose de no poder nunca llegar a ser suficientes para alguien como ella.
Sus ojos del color del hielo se clavaron sin remordimiento sobre el profesor que se sentaba en frente suyo. El color se amenizó al verano cuando dirigió la mirada a sus amigas.
Ella era alta. Ella era preciosa de verdad: era como un invierno en el que tienes una buena manta, en el que sientes que nada puede ir mejor. Pero también era como caerse en la nieve: daba una sensación tan sumamente fría, que llegaba a quemar.
Era de las chicas más guapas del mundo. Todos siempre quedaban rotos por su belleza. De hecho, todos pensaban que algún día ella y su cuerpo perfecto llegarían a una revista de Vogue.
Mientras se sentaba, ella pensaba en lo desgraciada que era. Ella se imaginaba complejos. Ella creía ser de una manera.
Ella lloraba, ella estaba perdida. Ella se había roto una y otra vez y no como esas muñecas de cerámica, sino como se desgarra una revista por no poder ser la chica de la portada.
Ella era tan espontánea como el cabello salvaje del color del sol que se apoderaba ondulado hacia el suelo. Su manera de ser feliz era la locura. Su manera de ser feliz era un grito. Su manera de ser feliz era reírse hasta llorar, llorar hasta reírse.
A ella le encantaba leer, le encantaba las fantasías que la vida real nunca le daría. Le encantaban las locuras.

Ella podía volar con los pies en el suelo, ella podía soñar, destruir, gritar, reír, llorar.

Y es que ella podía ir de cero a cien en apenas unos segundos.

Pero también de cien a cero en menos segundos todavía.

viernes, 18 de octubre de 2013

Un viernes noche.

Y al llegar a tu casa con los pies ardiendo te das cuenta de que una tarde como esta no va a volver jamás.
Que ni las risas, ni las lágrimas, ni los abrazos, ni todo lo que se ha hecho en esta pequeña eternidad va a volver. Es bonito grabarlo en el corazón.
Es bonito llegar a tu casa y recordarlo en flashbacks, como si ese tiempo hubiera sido eterno.
Pero a la vez es triste que esa tarde se aleje para siempre. Hay cosas que nunca van a volver. Hay cosas que se quedan congeladas en el tiempo.
Somos de cerámica. O por lo menos yo. Si me cogen muy fuerte, después me rompo. En demasiados pedazos. Más de los que suelo hablar.
Y somos capaces de ser felices horas y que después duela otras tantas.
Por eso, siempre, hay que dejarse llevar.
Sé feliz mientras puedas. Porque esta, es tu vida.
Y quizá mañana acabe.

sábado, 12 de octubre de 2013

''Hacerte sentir mi amor''

Y te rompes en un millón de pedazos, o más; a veces simplemente es imposible de contar los trozos en los que te has roto.
Mírame, con el calor que hace y me ciega el frío del dolor. A secas, sin metáforas.
Es un dolor lento.
Un dolor que baila lentamente después de haberse tomado dos copas del mejor vino. Un dolor que se pasea con un vestido largo y negro, bailando al ritmo de una música lenta y triste. Y acaba la noche sentado solo. Solo y más vacío que las bolsas de sus ojos. Y el rímel corrido que se extiende por su cara como la muerte.
La noche se extiende con cada segundo de este dolor lento, y vacío. O lentamente lleno.
Las peores cosas en la vida vienen gratis.
Hay cicatrices que están ahí, no las puedes maquillar como a las lágrimas resecas de tus ojos.
Yo podría hacerte sentir mi amor.
Y llorar. Y reír.

El dolor se extiende hasta abarcarlo todo.

Y somos tan sádicos de rajarnos una sonrisa con todo este desastre.

jueves, 10 de octubre de 2013

Sobre una moda más.

Y de repente hay una curva, pero la velocidad a la que vas es demasiado alta como para poder tomar la curva o frenar. Es entonces cuando tienes que decidir. Saltar antes de llegar a la curva, o salir volando por los aires.
Nuestras vidas cambian por momentos.
La vida puede cambiar por un instante. 
Para qué engañarnos, yo antes era más feliz, supongo que fue porque nunca había sido tan feliz, supongo que fue porque me situé en el extremo más alto de la felicidad. Pero la felicidad es una moda más, y pronto cambia la manera de ser feliz. Y si cambia la manera de ser feliz, tú ya no puedes serlo. 
Yo os prometo que fui muy feliz. En el fondo de mi corazón tuve miedo, de que se acabase. Y se ha acabado. Por eso, estoy aquí, indiferente, con este vacío, porque ya ha pasado de moda de ser feliz, y ahora tengo que ser feliz yo solo, porque a ellos ya no les gusta que comparta mi felicidad con ellos. 
El ciclo de la felicidad es un ciclo cruel.
La felicidad es una puta cabrona. 
Hace que te sientas bien, hace que entres en una locura. Hace que pongas ilusión. Y las ilusiones suelen ser frágiles, por lo que suelen romperse. 
Y sí, hay distintos tipos de felicidad, aunque ahora no voy a hablar de eso.
Y que la felicidad es una locura, porque conlleva arriesgar.

Pero algunas veces, simplemente, merece la pena arriesgarse.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Sobre algún sentimiento.

Y es que no hay nada ni nadie que pueda llenar estas tardes vacías.
Juro que me puedo pasar horas y horas mirando a través de la ventana, viendo las hojas caer, en este puto depresivo otoño que se empeña en ocultar mi querido invierno.
Una vez escuché que el tiempo influye en nuestro estado de ánimo.
Poco falta para decir que por estas fechas emocionalmente soy muy inestable.

Pero yo hoy no quería hacer otra entrada aburrida que no te causa emoción al leer, como esta, que veo que se está consumiendo como un cigarrillo en boca de un mal, o buen, o yo qué sé, fumador.

Hoy quería hablaros sobre sentimientos fuertes. Sobre los estados de shock y toda esa mierda.

Hay veces que siento tan fuerte que siento que voy a explotar, como si me estuvieran gritando, y yo necesito gritar más fuerte, pero no puedo, porque no sé, es imposible, estoy sintiendo demasiadas cosas.
Hablemos de gritos. Hablemos de puñetazos contra la pared, hablemos de rabia, de dolor, de lágrimas que arden y dejan una quemazón imaginaria pero dolorosa en la mejilla.
Hablemos de todas las veces que quieres gritar.
Hablemos de todas las veces que se te quitan las ganas de vivir.
Hablemos de todas las veces que no sabes como expresarte ni escribiendo.
Hablemos de todas las veces que te sale una lágrima sola.

Sobre un chillido, un golpe, cuchillos sobre pizarras, cuchillos que nos matan.

Sobre cómo creemos que merecemos menos.

Bien, hablemos y brindemos por todas esas veces que nos hemos retorcido en la cama, que hemos dado un portazo, que hemos sentido millones de cosas, infinitas cosas, y se han quedado suspendidas en un jodido instante de la eternidad.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Aunque suene prematuro. O no. Ha pasado mucho tiempo ya.

Y sigo.
Creo que tengo una enfermedad muy grave.
Porque no es normal, que aún tú pasando de mí desde que nos conocimos, si se puede determinar así, siga viendo lo que haces, y obsesionado contigo.
He estado escribiéndote textos y textos que a veces te enviaba. Y tú seguías pasando de mí.
Un sentimiento muy fuerte se ha formado en mí. Porque te conozco demasiado bien. Que sí, aunque tú a mí no.
Y llueve dentro de mí, joder. Llueve a mares. Estoy demasiado calado.
A veces, cuando estoy extremadamente mal, pienso en las cosas que podrían solucionar por lo que estoy pasando. Y aunque suene patético, muy patético, me imagino a ti envíándome un mensaje. Hay que ver lo gilipollas que soy.
Ya es que no puedo encontrar otro modo de decírtelo.
Te quiero. Aunque suene prematuro. O no, ha pasado ya demasiado tiempo. Y tú sigues ahí, ocupando un hueco medio lleno e imposible de vacíar.

Porque cada uno vive por sí mismo, quizá.

martes, 17 de septiembre de 2013

Sobre lo que tenemos.

''Que aunque ya no me quieras, te sigo queriendo''
''Te echo de menos''
''Siempre te querré''

El ahora es todo lo que tenemos. El tiempo no puede ser comprado.

Y ahora nos cruzamos miradas. Y no sé lo que tú piensas, yo recuerdo. Recuerdo todo. Todos los momentos. Esas veces en la que me llamabas y me daba la vuelta, a veces nunca me decías nada. O esas veces en las que íbamos al cine. O esas veces en las que me decías 'te quiero', que no valoraba tanto como ahora. O todos esos momentos que ahora no recuerdo y me dan unas putas enormes ganas de llorar. Pero sé que están ahí. Sé que me iré acordando. Lo prometo, porque sé que no son pocos los momentos que me hace daño pensar que no volverán.

Y has cambiado. Y me duele. Y yo sigo siendo este niño idiota que se conforma con una peli y una manta un sábado noche. Y lo que más me duele es recordar como eras antes.

¿Dónde quedan todos los planes que teníamos?

Y te quiero. Y te echo de menos.

Pero el ahora es todo lo que tenemos.

Sin embargo, dentro de mí, el ''para siempre'' siempre será verdadero.


sábado, 14 de septiembre de 2013

Sobre la inseguridad.

Supongo que llegué a olvidar que tenía una oportunidad.

Hace que me muerda la lengua. Hace que esté preocupado sobre qué puedan pensar esos estúpidos superficiales de mí. Hace que pierda oportunidades.

Entro y me muerdo la lengua. Espero no parecer gordo. Espero no parecer idiota. Espero que no se burlen de mí. Ocupo mi lugar y miro a mi alrededor. Ojalá fuese guapo y listo y con confianza, y pudiese hacer lo que quisiera sin que me importase lo que piensen. Joder. Vaya mierda. ¿Por qué hay gente con todo eso y yo con esto? 

Pero...

Apártalo.

Que te importe una mierda lo que piensen. Que te importe bien poco. Si alguien te quiere por como eres, bien. Si no, que se vaya a la mierda. Porque si no te acepta por cómo eres, no merece ni un pensamiento tuyo, ¿entiendes? Si es tan miserable que te juzga sin conocerte, allá con su persona.

Lo veo todo, lo veo ahora. 

No tengas miedo. Deja que las hojas caigan y renazcan sin miedo a que te rocen. Deja que te miren y te juzguen sin importarte. Olvídalos, no te pares, sigue, si te hacen daño, sigue. Nunca llegues a caer.

¿Y lo feliz que seríamos seguros?


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Sobre la nostalgia.

Y es entonces cuando miras por la ventana. Intentas ver el azul del cielo; mas las hojas verdes que muerden los árboles tienen como fondo un blanco otoñal. Tragas saliva. Y te recorre una sensación que es como una niebla que penetra por tus órganos. Intentas sonreír, porque has escuchado por ahí que, si sonríes, puedes ser feliz.
Y es entonces cuando lo sientes más de cerca, sientes que la niebla se aclara y deja bolas de nieve y escarcha, y hojas cayendo. Y niños cantando en una nieve que nunca aparece.
Sientes nostalgia.
Pero no una nostalgia triste; si no de esas en las que te recuerdas con una manta y un tazón de chocolate caliente, mientras suena una canción de The Beatles.

Y te paras a pensar.

El tiempo nunca deja de pasar.

El efecto que produce la nostalgia es algo bonito. Hace que quizá eches de menos esa horrible época de exámenes que no te salieron para nada bien, o esa época en la que te hicieron daño. Hace que lo eches de menos, que lo recuerdes como una época bella por el hecho de que sentiste algo muy fuerte.

Seguramente, dentro de un año, el cielo se vuelva a nublar, y lo volveré a recordar todo.

Y quién diría que sentir tan fuerte fuese tan valioso.



viernes, 6 de septiembre de 2013

Pedazos.

Déjame solo. Déjame solo. Déjame en paz. Déjame solo. Déjame solo porque me da igual a lo que vengas. Déjame solo aunque vengas a intentar hacerme sonreír, si total, voy a acabar llorando. Déjame solo porque mi vida no tiene rumbo. Déjame solo si me vas a hacer daño, y si me vas a arreglar, déjame tambíén solo, porque no hay ningún cemento en este mundo mío solitario que pueda unir los trozos que han ido rompiendo trozos, dejándolos en alto, para que los trozos caigan una y otra vez, partiéndose más, haciendo más pedazos.
Todos estamos hechos de pedazos. Mis pedazos, por ejemplo, están repartidos porque los rompieron como quien rompe una muñeca de cerámica y los esconde para que su madre no los vea. Me rompieron, y se llevaron mis pedazos, dejándolos en tantas partes, que no voy a ir a recuperarlos porque me duele pensar en ello.
Déjame solo porque algunos pedazos los rompió y se los llevó esa persona con esa sonrisa tan brillante. Déjame solo porque otros se los llevó aquel que decía cosas que había escuchado pero no sentía.
Déjame solo porque aquellos se los llevó ese que no paraba de decir ''siempre'', y nunca lo cumplió.
Déjame solo porque mis pedazos no están aquí. Porque no te los puedes llevar ni hacerlos más pequeños, porque simplemente se los han ido llevando. Y parece que no pueden regresar ni en el intento.

Déjame solo. Déjame solo. Déjame solo.

Así que déjame sólo. Mis pedazos no están aquí. Y aunque los encuentres...

Aunque los encuentres, jamás sabrás arreglarlos.

martes, 3 de septiembre de 2013

Expresarlo de otra forma.

Corro por algún lugar, no sé cuál es. Corro todo lo rápido que puedo pero no sé a dónde voy ni por qué, ni para que. Solo sé que tengo que seguir corriendo, para llegar a otro lugar donde me pueda sentir de nuevo. Sigo corriendo porque sé, que si me paro, algo malo va a suceder. Sin embargo, no sé a donde me dirijo, y duele bastante. Porque es un vacío, algo que necesita algo que no sabes para llenar. Ocupar todo el espacio que ocupaba aquello y que echaste a través de esas comunes y silenciosas lágrimas porque te hacía daño. Y sigo corriendo. Pero aun así me alegro. Porque ya no estoy parado, y aunque avances, aunque sea sin rumbo, los avances te suponen nuevas oportunidades. Y eso es valioso. Por eso, aunque no tenga rumbo avanzo.

A veces no puedes pararte. A veces es mejor correr. A veces tienes que pensar en qué pasa si sigues parado. A veces tienes que echar a correr sin miedo en vez de escribir en un blog que no le nadie.

A veces tienes que levantarte, enjuagar las lágrimas y correr para que vean que todavía puedes.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Al ritmo de la nada.

Me gustaría decir que estoy bien. Me gustaría decir que todo va a ser genial por una vez. Pero no. Siempre hay algo que me mata. Quizá haya crecido demasiado rápido. Quizá todos estos golpes algún día merezcan la pena. Quizá algún día vea esto y no sea como ahora, que tengo lágrimas tan típicas en mí. Un día me levantaré y sonreiré y la cicatriz quizá, y solo quizá haya desaparecido, sustituyéndose por unas sonrisas de verdad. Nadie me comprende. Y lo digo en serio. Me he dado cuenta de lo egocéntrico que es este mundo. De que la gente va por ahí a un ritmo violento destruyendo gente sin pararse a pensar en ello. 
Y esa gente con ese ritmo deja a gente destruida como yo. Deja a gente al ritmo de la nada. 
A gente sin dirección, a gente sin saber a donde mirar. Sin saber donde encontrar el ritmo adecuado. Sin saber donde encontrar trozos de ilusiones para destrozarse aún más, para drogarse y después volver a la realidad, donde nada existe. Y sigue. Y sigue. Y sigue. Y quizá me consideres idiota. Y yo estaré de acuerdo, más que nada, porque voy al ritmo de la nada.
Y dejo que me hagan daño.
Y ya no finjo que no me importa.
Y aún así nadie viene.
Y ya nada vale la pena.
Y el dolor no acaba.
Pero la felicidad siempre termina.
Y a nadie le importa.
A nadie nunca le importa.
Porque ellos viven por ellos.
Nosotros por ellos y nosotros.
Y nuestra vida sigue avanzando a este estúpido e incomprensible ritmo.

A este ritmo sin ritmo.

Al ritmo de la nada.

martes, 27 de agosto de 2013

Tiempo congelado.

No sé por qué este constante vacío. No sé por qué las lágrimas se me escapan ya solas. Supongo que ya saben cuál es su trabajo aunque no lo sienta. Supongo que es su rutina. Es algo que tortura. Es como si fuese un muñeco de trapo, y me hubieran hecho trizas, como si me hubieran lanzado una y otra vez, sin importar el daño aparentemente irreparable que me han hecho. Tanto que el tiempo pasa y es como si se hubiese congelado, como si mi alma permaneciese en miles de lugares menos en el que estoy, como si vagase por sitios solitarios en los que no estoy, burlándose de mi soledad. Porque a pesar de todo, aunque le pegue un puñetazo, él seguirá, pero el espejo se romperá. A pesar de que mi sangre salga por una locura y una cuchilla de un estúpido sacapuntas, seguiré más dolorido y más vacío, como si la soledad y el olvido me hubieran mordido, haciendo trizas mi interior, dejándolo hueco. Dejando lágrimas que se deslizan sin sentir nada. Al fin y al cabo, ¿a quién le importa? ¿quién se entera? En mi soledad me consumo, miles de millones de personas hay, y ninguna va a venir a llenarme; eso ya lo sé, ya no creo en esas historias. Ni con un espejo roto ni sin él, ni sin sangre de más, ni de menos, ni con una sonrisa falsa ni sin ella.
  ¿Pero cuánto tiempo seguirá el tiempo congelado, matándome antes de que se derrita y avance para que siga su curso?
Que acabe cuanto antes, porque hay un eclipse en mi corazón, y no hay luces. Porque la sangre sale sin cesar, porque el dolor se extiende como un tumor, porque me mata.
Y el tiempo nunca parece descongelarse.

viernes, 14 de junio de 2013

Pero con la mirada perdida.

No está bien.
''Qué tontería haber estado mal anoche''. Suena el despertador. Las ocho. Exámenes. Cansancio. Pega un golpe inútil a la almohada. Sin fuerzas.
Se incorpora y salta de la cama. Baja a trompicones por las escaleras. Desayuna un vaso de leche con cola cao, sin apenas darse cuenta de lo que hace. Sube y se cambia; elige al final la misma ropa de siempre. Se siente pegajoso, la cara, todo. 
Se cuelga la mochila y sale de su casa. 
Llega al colegio. Están las mesas separadas y el profesor está dando indicaciones sobre los exámenes.
Se sienta en su pupitre y hace su examen. Contesta lo que sabe; lo que no, se lo inventa. Cuando termina el examen, juguetea con el bolígrafo, o se hace algún estúpido dibujo.
Pero con la mirada perdida.
Después del segundo examen vuelve a su casa. Come. Se sienta a ''estudiar''. Acaba empezando a estudiar a las doce de la noche. Se pone música. Y todo se hunde. Se da cuenta de que no puede seguir así. No puede seguir haciendo como si esa rutina es una buena táctica. Se acuesta con mucho dolor, y sin saber ni una palabra del examen. 
Roto.

''Qué tontería haber estado mal anoche''. Suena el despertador. Las ocho. Exámenes. Cansancio. Pega un golpe inútil a la almohada. Sin fuerzas(...).
Así somos. Nos destrozamos. Sin saber cuando el dolor va a acabar.

martes, 11 de junio de 2013

Insane.

Es un no saber como decirlo. Es un rendirte al intentar explicarte, rendirte al intentar algo.
Es volverse loco. Loco. Loco. Loco.
Complemente loco.
No de esa locura amorosa, que luego es bella al recordar; no de esa locura que al recordarla sonríes con una sonrisa pícara; no de esa que te hace estar feliz.
Es otro tipo de locura. Una locura que te vuelve loco de verdad. De esa que no ves a nadie que te quiera a tu alrededor, no ves nada. De esa que cada vez ves más oscuro. De esa que te agarras la cara y te la quieres  arrancar. De esa que jamás te llegas a creer. De esa que es violenta. De esa inexplicable, de esa por culpa de que nadie te entienda. De esa que has conseguido rindiéndote, consumiéndote, lamentándote. Muriendo por dentro. Es como un mordisco. Como uno que te paraliza las venas. Como uno que te hace morderte el labio, como ese que te atraviesa sin ser atravesado. Como una lágrima fracturada.
Me he vuelto loco.
Y si no has pasado por lo que yo, en el mismo momento, siendo yo, como yo, no opines sobre como actúo, sobre cómo me he vuelto de loco.
Porque no es una simple locura, supongo que es una enfermedad.

viernes, 24 de mayo de 2013

Jamás llegar a comprenderse.

Así estoy constantemente; intentando comprender porqué me hago daño, porqué sigo haciéndolo, porqué actúo como actúo, porque me aman de mentira, porqué nadie me comprende, porqué cada vez me siento peor, porqué cada vez estoy más cansado al levantarme, porqué lloro hasta quedarme dormido, porqué sufro tanto pudiendo no preocuparme, pudiendo hacerlo.
Una de mis soluciones es que no quiero olvidar, que me da miedo hacerlo...
Otra que supongo que es la curiosidad.
Que seguiré visitando su perfil y mirándole todos los días. Por curiosidad, porque así somos.
Nunca jamás llegar a comprenderse.
Somos demasiado crueles e idiotas con nosotros mismos.

jueves, 9 de mayo de 2013

Esas jodidas ganas de llorar y gritar a la vez.

Dicen que amar destruye. Mentira. Lo que te da la seguridad de destrucción es confiar. Confiar en que todo te va a ir bien. En que la vida siempre te va a sonreír. Y lo peor de todo es cuando llega.
Un día llega. ¿El qué? Te estarás preguntando.
Parece obvio.
Y se llama dolor.
Un día llegará y te quitará todo, quizá hasta las personas que dijeron que siempre estarían ahí.
Un día se irá todo aquello que amas. Y no te quedará nada, solo a ti mismo. Irás al instituto con ojeras de haber llorado la noche anterior, e intentarás sonreír. Para variar, te irá mal. Y nada ya va bien. Y lloras, lloras, lloras, lloras, lloras como rutina. Y te sentirás como pegajoso, imposible de seguir adelante.
Tendrás ganas de llorar, y gritar a la vez.
Y pensarás que no puede estar pasando. Pero al fin y al cabo es verdad, hay que asumirlo, hay que vivir con la esperanza de que todo va a mejorar. Así es la vida, por lo que dicen. Así es el dolor, así son las promesas, así son las lágrimas que dejan ojeras, así es el calor que abrasa. Así es mi vida.
Así me encuentro.
Pero me mantengo sin miedo, cansado pero prometo seguir adelante.
No dejes que las personas te hundan.

martes, 30 de abril de 2013

Alone.

Muchas veces piensas que estás mal, cuando en realidad tienes muchos puntos a tu favor para estar bien.
Pero sabes que no vas a estar bien, por mucho que te engañas.
Otras veces, te das cuenta de que estás solo. De que la has jodido. De que el tiempo ha pasado demasiado rápido. De que nada es para siempre, de que como diría, '¿Cuánto es pronto, comparado con siempre?' Te das cuenta de que ya nadie se interesa por ti, buscas un sitio para sentarse y miras a tu alrededor nervioso y todas las promesas están rotas, que no tienes donde estar, y cuando logras sentarte por fin, estás solo, y tienes ganas de huir, de correr, de echarte a llorar, pero reprimes las lágrimas.
Y poco a poco empiezas a sentir odio. Empiezas a sentir odio hacia las personas que te han traicionado, a las que te han olvidado, a las que sonríen sin ti, aunque tienes que pensar que te alegras por ellos, hacia ti mismo, hacia tu mirada perdida, hacia las lágrimas que se escapan salvajes por la noche y gimen para que nadie las oiga, y te duele, duele, quema, muerde, te golpea constantemente. Y cada vez es peor, cada vez te ves más depresivo, cada vez es más difícil vivir, cada vez es más difícil estar bien, cada vez te ignoran más, cada vez tienes más miedo, cada vez es peor tener que callar todo lo que uno siente, cada vez te sientes más hundido, cada vez te sientes peor, cada vez te sientes diferente, cada vez te sientes más estancado, cada vez te sientes más atrapado, cada vez te sientes más sólo, hasta que ves que ya a nadie le importas.
Y es mentira, es mentira que cuando una persona muere su estrella brilla más fuerte. Cuando una persona muere, sus ojos muestran más ojeras, la gente olvida a esa persona y esa persona se da cuenta, y después, como me dijo, solo quedan corazones vacíos, días vacíos, noches lacrimosas, humo, dolor.
Y es que ese dolor es como morir, como ser enterrado. Escuece. Es indescriptible, te come por dentro, te derrumba cuando menos lo esperas, y había empezado a escribir esto con la idea de liberar lo que siento, pero no, es una mierda de texto sin sentido en el que he acabado llorando.

lunes, 29 de abril de 2013

Tempus fugit.

Muchas veces he escuchado eso de ''Tempus fugit'', el tiempo huye, se va, corre, escapa. 
La verdad es que tiene razón, cada día vivimos miles de momentos, pero a la hora de echar la vista atrás, lo recordamos como si fuese efímero. 
Y dentro de poco, otro curso acabará, y dejaremos muchas personas atrás, para conocer a otras nuevas, y la vida seguirá su ritmo, poco a poco nos olvidaremos de estas personas con las que un día prometimos un 'siempre' que en el fondo sabíamos que era instantáneo. Porque pasará, las personas se irán, los recuerdos se enfriarán en alguna foto, para un día descongelarlos con lágrimas mientras una línea se dibuja para sujetar esa lágrimas como muestra de que no son del todo de tristeza, sino que es una sensación diferente. 
Y al cabo del tiempo esas fotos se pierden, tú te olvidas, y justo en el momento en el que tu cerebro elimina esa información sin que te des cuenta, la persona que está a tu derecha en la foto encuentra esa foto y sonríe. 
Lo que quiero decir es que en el tiempo cabe todo, caben lágrimas, sonrisas, abrazos, besos, miradas. Recuerdos. Porque sí, las cosas terminan, pero los recuerdos duran para siempre. Quedan suspendidos en la eternidad, porque el tiempo acaba y perdura para siempre.

jueves, 18 de abril de 2013

Broken dreams.

Es increíble lo rápido que puede hundirte una persona, lo rápido que puede cambiar tu sonrisa por lágrimas reprimidas. Es increíble lo rápido que puede una persona hacer que te sientas vacío, hacer que tengas miedo, hacer que tu felicidad sean lágrimas rotas, lo rápido que puede hacer que solo quieras llorar.
Porque mis sueños los han roto, una y otra vez, sin cesar, aplastándolos. Porque cada vez todo es peor. Porque aunque suene típico, nadie me comprende, aunque suene típico, ahora mis sonrisas ocultan cosas inimaginables, ocultan frases que se tallan con dolor, lágrimas nocturnas. Porque a pesar de todo, voy a seguir luchando, aunque esté moribundo, aunque me sigan intentando hundirme y lo hagan, aunque siga atrapado en tinieblas negras o grises, que me hacen avanzar lentamente y rápidamente a la vez.