jueves, 31 de octubre de 2013

Heridas.

Mientras ellos hablaban, ella se quedó clavando el gris de sus ojos en aquel árbol de tantos en el parque.
Estaba lleno de nombres rasgados en la corteza. Lleno de cortes. Se subió un poco la manga, miró de reojo su brazo lleno de lunares y cicatrices y vio su similitud con aquel árbol. Suspiró. 
Sacó el iPod del bolsillo de su sudadera y cambió de canción. ¿Qué haría ella sin su música?
Cogió un mechón de pelo y se lo puso detrás de la oreja.
Volvió a mirar el árbol. Esta vez intentó intentar encontrar las diferencias. A pesar de todo, no había tantas. Volvió a pensar en los cortes de ambos.
''Pero a ti te los hacen las personas'' pensó durante un momento.
¿Y acaso aquel chico rubio no la estaba destrozando, no estaba creando nubes para después precipitarlas? 
¿Acaso su madre no la había dejado allí, sin más? ¿Acaso algo iba bien?
Se giró hacia sus amigos y rió como si no estuviese rota. Mientras hablaba con ellos seguía pensando en el árbol. 
Y en que los cortes se los hacían también las personas.

viernes, 25 de octubre de 2013

La llamaron fría. Ignorantes de que el hielo quema.

Entró a clase con una sensación de limpieza en el cuerpo. Entró segura, con la vista al frente y la expresión fría. Todos la contemplaron. Siempre lo hacían: ellas deseando algún día mirarse al espejo y verse como ella, ellos lamentándose de no poder nunca llegar a ser suficientes para alguien como ella.
Sus ojos del color del hielo se clavaron sin remordimiento sobre el profesor que se sentaba en frente suyo. El color se amenizó al verano cuando dirigió la mirada a sus amigas.
Ella era alta. Ella era preciosa de verdad: era como un invierno en el que tienes una buena manta, en el que sientes que nada puede ir mejor. Pero también era como caerse en la nieve: daba una sensación tan sumamente fría, que llegaba a quemar.
Era de las chicas más guapas del mundo. Todos siempre quedaban rotos por su belleza. De hecho, todos pensaban que algún día ella y su cuerpo perfecto llegarían a una revista de Vogue.
Mientras se sentaba, ella pensaba en lo desgraciada que era. Ella se imaginaba complejos. Ella creía ser de una manera.
Ella lloraba, ella estaba perdida. Ella se había roto una y otra vez y no como esas muñecas de cerámica, sino como se desgarra una revista por no poder ser la chica de la portada.
Ella era tan espontánea como el cabello salvaje del color del sol que se apoderaba ondulado hacia el suelo. Su manera de ser feliz era la locura. Su manera de ser feliz era un grito. Su manera de ser feliz era reírse hasta llorar, llorar hasta reírse.
A ella le encantaba leer, le encantaba las fantasías que la vida real nunca le daría. Le encantaban las locuras.

Ella podía volar con los pies en el suelo, ella podía soñar, destruir, gritar, reír, llorar.

Y es que ella podía ir de cero a cien en apenas unos segundos.

Pero también de cien a cero en menos segundos todavía.

viernes, 18 de octubre de 2013

Un viernes noche.

Y al llegar a tu casa con los pies ardiendo te das cuenta de que una tarde como esta no va a volver jamás.
Que ni las risas, ni las lágrimas, ni los abrazos, ni todo lo que se ha hecho en esta pequeña eternidad va a volver. Es bonito grabarlo en el corazón.
Es bonito llegar a tu casa y recordarlo en flashbacks, como si ese tiempo hubiera sido eterno.
Pero a la vez es triste que esa tarde se aleje para siempre. Hay cosas que nunca van a volver. Hay cosas que se quedan congeladas en el tiempo.
Somos de cerámica. O por lo menos yo. Si me cogen muy fuerte, después me rompo. En demasiados pedazos. Más de los que suelo hablar.
Y somos capaces de ser felices horas y que después duela otras tantas.
Por eso, siempre, hay que dejarse llevar.
Sé feliz mientras puedas. Porque esta, es tu vida.
Y quizá mañana acabe.

sábado, 12 de octubre de 2013

''Hacerte sentir mi amor''

Y te rompes en un millón de pedazos, o más; a veces simplemente es imposible de contar los trozos en los que te has roto.
Mírame, con el calor que hace y me ciega el frío del dolor. A secas, sin metáforas.
Es un dolor lento.
Un dolor que baila lentamente después de haberse tomado dos copas del mejor vino. Un dolor que se pasea con un vestido largo y negro, bailando al ritmo de una música lenta y triste. Y acaba la noche sentado solo. Solo y más vacío que las bolsas de sus ojos. Y el rímel corrido que se extiende por su cara como la muerte.
La noche se extiende con cada segundo de este dolor lento, y vacío. O lentamente lleno.
Las peores cosas en la vida vienen gratis.
Hay cicatrices que están ahí, no las puedes maquillar como a las lágrimas resecas de tus ojos.
Yo podría hacerte sentir mi amor.
Y llorar. Y reír.

El dolor se extiende hasta abarcarlo todo.

Y somos tan sádicos de rajarnos una sonrisa con todo este desastre.

jueves, 10 de octubre de 2013

Sobre una moda más.

Y de repente hay una curva, pero la velocidad a la que vas es demasiado alta como para poder tomar la curva o frenar. Es entonces cuando tienes que decidir. Saltar antes de llegar a la curva, o salir volando por los aires.
Nuestras vidas cambian por momentos.
La vida puede cambiar por un instante. 
Para qué engañarnos, yo antes era más feliz, supongo que fue porque nunca había sido tan feliz, supongo que fue porque me situé en el extremo más alto de la felicidad. Pero la felicidad es una moda más, y pronto cambia la manera de ser feliz. Y si cambia la manera de ser feliz, tú ya no puedes serlo. 
Yo os prometo que fui muy feliz. En el fondo de mi corazón tuve miedo, de que se acabase. Y se ha acabado. Por eso, estoy aquí, indiferente, con este vacío, porque ya ha pasado de moda de ser feliz, y ahora tengo que ser feliz yo solo, porque a ellos ya no les gusta que comparta mi felicidad con ellos. 
El ciclo de la felicidad es un ciclo cruel.
La felicidad es una puta cabrona. 
Hace que te sientas bien, hace que entres en una locura. Hace que pongas ilusión. Y las ilusiones suelen ser frágiles, por lo que suelen romperse. 
Y sí, hay distintos tipos de felicidad, aunque ahora no voy a hablar de eso.
Y que la felicidad es una locura, porque conlleva arriesgar.

Pero algunas veces, simplemente, merece la pena arriesgarse.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Sobre algún sentimiento.

Y es que no hay nada ni nadie que pueda llenar estas tardes vacías.
Juro que me puedo pasar horas y horas mirando a través de la ventana, viendo las hojas caer, en este puto depresivo otoño que se empeña en ocultar mi querido invierno.
Una vez escuché que el tiempo influye en nuestro estado de ánimo.
Poco falta para decir que por estas fechas emocionalmente soy muy inestable.

Pero yo hoy no quería hacer otra entrada aburrida que no te causa emoción al leer, como esta, que veo que se está consumiendo como un cigarrillo en boca de un mal, o buen, o yo qué sé, fumador.

Hoy quería hablaros sobre sentimientos fuertes. Sobre los estados de shock y toda esa mierda.

Hay veces que siento tan fuerte que siento que voy a explotar, como si me estuvieran gritando, y yo necesito gritar más fuerte, pero no puedo, porque no sé, es imposible, estoy sintiendo demasiadas cosas.
Hablemos de gritos. Hablemos de puñetazos contra la pared, hablemos de rabia, de dolor, de lágrimas que arden y dejan una quemazón imaginaria pero dolorosa en la mejilla.
Hablemos de todas las veces que quieres gritar.
Hablemos de todas las veces que se te quitan las ganas de vivir.
Hablemos de todas las veces que no sabes como expresarte ni escribiendo.
Hablemos de todas las veces que te sale una lágrima sola.

Sobre un chillido, un golpe, cuchillos sobre pizarras, cuchillos que nos matan.

Sobre cómo creemos que merecemos menos.

Bien, hablemos y brindemos por todas esas veces que nos hemos retorcido en la cama, que hemos dado un portazo, que hemos sentido millones de cosas, infinitas cosas, y se han quedado suspendidas en un jodido instante de la eternidad.