viernes, 21 de marzo de 2014

Primavera sin pétalos.

Todos se acaban yendo. 

Me lo enseñaste una de esas tardes de primavera en las que llevabas esas camisas encima de camisetas con fotos, y decías que eras feliz porque había sol. Aún así, sé que en tu habitación llovía por la noche.

Todos se acaban yendo.

Me lo dijiste mientras me acariciabas la mano como solo sabías hacer tú. Con delicadeza, mirando cómo renacían los árboles.

Todos se acaban yendo...

Dijiste en una sonrisa que tú eras nadie. Nos reímos, sintiendo, o fingiendo amor. Y añadiste que si todos se acababan yendo, tú estarías.
¿Pero sabes? Tenías razón.
Tú eras nadie, o eso decías.
Ahora no eres nadie. Y no te imaginas lo que dueles.

viernes, 7 de marzo de 2014

Vacíos y sombras.

Ella había perdido la cabeza hace mucho tiempo.
Todos los días, se levantaba con los ojos rojos, el cielo gris y más lágrimas que las gotas que se consumían en la ventana en todos aquellos días lluviosos.
Sufría en silencio con una avalancha de gritos en su cabeza. Aún así, seguía levantándose como un velo que se desliza al son de una balada, algo que simplemente vaga por el tiempo hasta perderse.
Por las tardes, recorría esa pequeña ciudad buscando algo que se había dado por perdido hace mucho tiempo.
Rompiendo vallas. Rompiendo su corazón porque nunca aprendió a romper otros.
Ella se perdía un poco más de lo que lo había perdido a él.
Sin embargo, un día lo encontró. Estaba impecable. Él, llevaba una chaqueta vaquera, aquella barba de tres días, los pantalones más apretados que se podían imaginar, y un cigarrillo que respiraba todo lo que no quería recordar en esa sonrisa encandiladora. Ella, le cogió de la mano, le gritó, le lloró, le besó, le abrazó. Pero es que él había desaparecido hace mucho tiempo.
Así que esa tarde se pegó un tiro para poder desaparecer. Aunque ella había perdido la cabeza hace mucho tiempo.