lunes, 5 de octubre de 2015

¿Alma?

Despertamos y todo lo que vemos es el caos. La gente corre y huye y está llorando en las calles. Un anciano recibe un disparo entre ceja y ceja. Huyen y huyen y huyen y huyen de la oscuridad. Llueve y la gente muere en las calles y estallan y la sangre vuela en todas direcciones. Hijos lloran mientras sus madres mueren. Madres lloran mientras sus hijos estallan en mil pedazos y se convierten en solo carne.  
En las calles, en las calles corre la destrucción absoluta.
Pero yo no huyo. No huyo.
No
huyo.

Me entrego al final caótico. Y estoy exhausto. Exhausto porque entrego mi cuerpo a toda la violencia sometida por odio multiplicado por odio multiplicado por odio. Y si la locura nace de los ojos y la mandíbula, sé que es incurable.
Mátame.
Vuélame los sesos.
Reviéntame el cerebro.
Libérame de este cuerpo.
Saca mi corazón con el puño cerrado y apriétalo hasta que se resquebraje.
Arranca mi intestino y mi páncreas y todo lo que llevo dentro que se pueda tocar.
Y cuando deje de ser una metáfora el que estoy vacío por dentro, bésame yo muerto.
Besa mis labios que es lo que quiero que siga intacto. Vacía todo pero deja mis labios intactos.
Y besa la obra de arte que has hecho de mi vacío. Mi última voluntad, mi única razón por la que no saltar directamente por la ventana y planear como una pluma en un mundo maravilloso.
Una muestra de aprecio al desprecio. Una muestra desesperada de amar con locura el odio. De entregarnos a la desentrega.
Que no haya piedad.
Porque de todas maneras, ¿alguna vez la ha habido?
He visto la muerte de cada amanecer a través de cristales sucios y he presenciado mil atardeceres centroafricanos.
Así que no tengas piedad. Pero deja mis labios de porcelana impolutos. Y bésalos con locura. Destrúyelos con los tuyos.

domingo, 17 de mayo de 2015

O regálame al Hudson.

Ya que me he convertido de mala manera,
en un cuerpo hecho trizas;
un alma robada y vendida por
dos míseras monedas;
un cansacio y un pensamiento vacío de toda humanidad; 
unos pulmones de ceniza;    
ya que me he convertido de mala manera    
en este títere de la apatía;
regálame un orgasmo
y un disparo en el cráneo,
porque no hay mayor futuro    
para mi ser frágil
que ser un infeliz del pasado.

lunes, 6 de abril de 2015

Soledad.

Me llené de amaneceres. Me llené de puestas de sol. Me llené de sol entre árboles. Me llené de bosques de pinos y de esperas en las orillas. Me llené de semanas nubladas y de lluvia. Lloré primaveras que no llegaban. Regalé las pocas flores que crecían en el jardín de la euforia a la noche. Vendí un cuerpo roto. Sonreí a ojos podridos. Tendí billetes por humo. Crecí lágrimas en una botella de cerveza vacía. Envié cartas a lugares donde la gente intentaba coser muñecas rotas. Crucé carreteras blancas. Pregunté a la soledad de mi caja torácica si quería ser mi única amiga. Perdí la belleza de los lugares más bonitos en recovecos de una sala negra y sin espectadores. Me recorrí cada centímetro de carretera en busca de algo inexistente e imposible. Besé a personas en muelles cubiertos por colillas y marineros muertos y señoras necrófilas. Abrí venas en claros de bosques antiguos y helados. Saqué atardeceres de las lenguas de desconocidos eclipsados por las mentiras más bellas jamás contadas. Bebí agua del mar para que la sal curase las heridas internas. Soñé nubes que se iban y una limpieza que crecía por dentro. Fumé servilletas de bares donde no daban gracias por la visita y los camareros se suicidaban en la cocina. Enfermé de apatía y lágrimas junto con un cuerpo sin defensas y sucio. Vomité cortinas de ventanas egoístas. Caminé por una tierra verde y blanca donde la gente estaba eternamente cansada.          
Y acabé al final igual. Repitiendo los llantos y la incompresión y el dolor.
Acabé con esto. Acabé sin esto.
No acabé. Sigo.
Sigo. No sigo.
Y...
(NADIE)

martes, 3 de marzo de 2015

Hoy es 3 de Marzo.
Y yo ya no tengo miedo.
Hoy me he levantado y estaba todo cubierto de nieve. Y había un amanecer naranja y azul.
Hoy mi alma se eleva y aunque sea sólo por unos minutos, siento la eternidad. Siento esperanza. Siento felicidad. No soy feliz; pero siento la felicidad.
Las nubes nos temen hoy y todo está lleno de cigarrillos impecables y agua limpia y ojos que sonríen más que la mirada. Y el cielo azul.                
Hoy algunas personas parecen personas.   
Hoy quiero extender mis brazos a lo largo de un acantilado y gritar.
Hoy quiero correr por un césped perfecto e infinito. Hoy soy libre. Hoy no sé por qué pero no necesito preguntármelo.
Hoy, donde acaba la puesta de Sol y empiezan las historias melancólicas; no sólo la siento, también la veo.
Los veo.
Veo esperanza.
Y allí, en la silueta de la uve de los pájaros sobre el amanecer, veo algo más. Algo de lo que tanto he hablado y jamás realmente conocido.
Ahí lo veo, como la sonrisas amables y el romper de las olas.
Ahí está.
Y se llama renacimiento.
El sentimiento más bonito.
El único sentimiento capaz de entrar en las cenizas de mi alma para coser. El único sentimiento con aguja e hilos y cielo azul.
Algo inesperado.
Algo con gotas de luz en vez de lágrimas.
Algo finalmente fino como el agua de la cascada. Algo frágil.
Algo bello.
Algo puro.