martes, 3 de septiembre de 2013

Expresarlo de otra forma.

Corro por algún lugar, no sé cuál es. Corro todo lo rápido que puedo pero no sé a dónde voy ni por qué, ni para que. Solo sé que tengo que seguir corriendo, para llegar a otro lugar donde me pueda sentir de nuevo. Sigo corriendo porque sé, que si me paro, algo malo va a suceder. Sin embargo, no sé a donde me dirijo, y duele bastante. Porque es un vacío, algo que necesita algo que no sabes para llenar. Ocupar todo el espacio que ocupaba aquello y que echaste a través de esas comunes y silenciosas lágrimas porque te hacía daño. Y sigo corriendo. Pero aun así me alegro. Porque ya no estoy parado, y aunque avances, aunque sea sin rumbo, los avances te suponen nuevas oportunidades. Y eso es valioso. Por eso, aunque no tenga rumbo avanzo.

A veces no puedes pararte. A veces es mejor correr. A veces tienes que pensar en qué pasa si sigues parado. A veces tienes que echar a correr sin miedo en vez de escribir en un blog que no le nadie.

A veces tienes que levantarte, enjuagar las lágrimas y correr para que vean que todavía puedes.

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