lunes, 25 de agosto de 2014

Adiós.

Las despedidas siempre me han dolido.

Dejé escapar una última lágrima que se fundió con el mármol para siempre, mientras se abrían las puertas a una nueva vida.

Y entonces, vi la felicidad. Había una mujer soltando una carcajada en una conversación de teléfono, un hombre cogiendo a su hijo y alzándolo por los aires, una mujer en tacones y pintalabios rojo encendiéndose un cigarrillo.

Cogí con fuerza el asa de la maleta y caminé hacia delante, dejando el mundo a mis talones.

Y entonces lo entendí. Mientras nacía y moría gente; mientras corazones se rompían y otros estallaban; mientras te mordías las uñas y yo repiqueteaba sobre mi carpeta de poemas: lo entendí.

Todo consiste en seguir adelante. Con los ojos cerrados, o con los ojos demasiado abiertos.

Lo entendí, mientras una mujer con sonrisa amable y párpados alegres facturaba mi maleta.

Y dije adiós.

Adiós a los murciélagos entre mis costillas y a la gente que llena su boca de gilipolleces porque no se sienten cómodos con ellos mismos.

Dije adiós, porque fue entonces cuando comprendí por qué el mar hace romper las olas una y otra vez.

Comprendí por qué este planeta tan lleno de mierda sigue girando.

Y dije adiós.

lunes, 11 de agosto de 2014

Palabras perdidas de una noche de verano.

Cogió el último papel y vomitó lo primero que se le pasó por la cabeza.

"¿Qué me ha pasado? Yo antes solía soñar. Soñaba y lloraba de felicidad, tenía en mente grandes planes. Guardaba en una cajita de chicles frases para cuando estuviese triste y en el collar de Harry Potter tenía mi palabra favorita. Solía ser... Feliz. Quizá no de la manera que quería serlo, pero lo era.
Y aquí estoy, otra noche de verano. Creo que no voy a escribir sobre el vacío que siento entre las costillas porque esa historia se ha vuelto repetitiva. Aunque de todas maneras, ya no siento como antes. Cada vez siento más indiferencia. ¿Pero qué se hace si hace tan sólo un año y medio odiabas el tabaco y ahora hasta lo defiendes con excusas patéticas?
Podría seguir con varios "¿pero qué se hace si...?", pero no quiero.
Y es triste pensar que ya me da igual que estas palabras se pierdan en esta noche de verano. Es triste. Triste que con tan sólo quince años apenas ya sienta nada. Triste que sólo sepa escribir cosas tristes y triste que ya nadie se las crea. Triste que las sonrisas y las lágrimas hayan perdido su valor y hayan acabado en este circo sin sentido de personas con menos sentido todavía.
Triste que esté escuchando una canción que antes me hacía temblar y ahora ni pestañee.
Y será así, como cada vez que uno escribe: pasará el tiempo. Y esto sólo será otro estúpido, típico, predecible y repetitivo texto de una noche de verano.
Y mira que yo los odio.
Pero a mi alma se le acaba la energía.
Y en fin...

Nunca es suficiente.
Al final, nunca es suficiente.

El vacío acaba volviendo.
Te contaría más cosas, pero prefiero sentir el Infierno congelándome por dentro. Qué cosas.

Y esto se perderá. Como la danza de la muñeca de la cajita de casa de mi abuela. La oscuridad la abrazará y al ritmo de unos violines nadie nunca más se acordará de ella".

Pero sin embargo, se le escapó una lágrima, que resonó e hizo eco en aquel vacío.

Y luego, como siempre, la noche lo comió.