viernes, 6 de septiembre de 2013

Pedazos.

Déjame solo. Déjame solo. Déjame en paz. Déjame solo. Déjame solo porque me da igual a lo que vengas. Déjame solo aunque vengas a intentar hacerme sonreír, si total, voy a acabar llorando. Déjame solo porque mi vida no tiene rumbo. Déjame solo si me vas a hacer daño, y si me vas a arreglar, déjame tambíén solo, porque no hay ningún cemento en este mundo mío solitario que pueda unir los trozos que han ido rompiendo trozos, dejándolos en alto, para que los trozos caigan una y otra vez, partiéndose más, haciendo más pedazos.
Todos estamos hechos de pedazos. Mis pedazos, por ejemplo, están repartidos porque los rompieron como quien rompe una muñeca de cerámica y los esconde para que su madre no los vea. Me rompieron, y se llevaron mis pedazos, dejándolos en tantas partes, que no voy a ir a recuperarlos porque me duele pensar en ello.
Déjame solo porque algunos pedazos los rompió y se los llevó esa persona con esa sonrisa tan brillante. Déjame solo porque otros se los llevó aquel que decía cosas que había escuchado pero no sentía.
Déjame solo porque aquellos se los llevó ese que no paraba de decir ''siempre'', y nunca lo cumplió.
Déjame solo porque mis pedazos no están aquí. Porque no te los puedes llevar ni hacerlos más pequeños, porque simplemente se los han ido llevando. Y parece que no pueden regresar ni en el intento.

Déjame solo. Déjame solo. Déjame solo.

Así que déjame sólo. Mis pedazos no están aquí. Y aunque los encuentres...

Aunque los encuentres, jamás sabrás arreglarlos.

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