lunes, 2 de septiembre de 2013

Al ritmo de la nada.

Me gustaría decir que estoy bien. Me gustaría decir que todo va a ser genial por una vez. Pero no. Siempre hay algo que me mata. Quizá haya crecido demasiado rápido. Quizá todos estos golpes algún día merezcan la pena. Quizá algún día vea esto y no sea como ahora, que tengo lágrimas tan típicas en mí. Un día me levantaré y sonreiré y la cicatriz quizá, y solo quizá haya desaparecido, sustituyéndose por unas sonrisas de verdad. Nadie me comprende. Y lo digo en serio. Me he dado cuenta de lo egocéntrico que es este mundo. De que la gente va por ahí a un ritmo violento destruyendo gente sin pararse a pensar en ello. 
Y esa gente con ese ritmo deja a gente destruida como yo. Deja a gente al ritmo de la nada. 
A gente sin dirección, a gente sin saber a donde mirar. Sin saber donde encontrar el ritmo adecuado. Sin saber donde encontrar trozos de ilusiones para destrozarse aún más, para drogarse y después volver a la realidad, donde nada existe. Y sigue. Y sigue. Y sigue. Y quizá me consideres idiota. Y yo estaré de acuerdo, más que nada, porque voy al ritmo de la nada.
Y dejo que me hagan daño.
Y ya no finjo que no me importa.
Y aún así nadie viene.
Y ya nada vale la pena.
Y el dolor no acaba.
Pero la felicidad siempre termina.
Y a nadie le importa.
A nadie nunca le importa.
Porque ellos viven por ellos.
Nosotros por ellos y nosotros.
Y nuestra vida sigue avanzando a este estúpido e incomprensible ritmo.

A este ritmo sin ritmo.

Al ritmo de la nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario