jueves, 15 de mayo de 2014

Jueves, 6 de Marzo (para Nenúfar).

Fue como todos lunes;
ojeras, recuerdos,
dos cigarrillos y un café
para ver al chico
de la mandíbula marcada
y la mirada indiferente,
tal y como ella
quería ser.
Fue como todos los martes;
ojeras, recuerdos,
dos lágrimas y un solo cigarrillo,
porque le tocaba fingir
dos horas más
y no pudo ver al chico
del lunar en algún brazo
Y se acostó con las mejillas
como las de la playa,
porque fue como todos los martes.
Fue como todos los miércoles;
ojeras, recuerdos,
dos pañuelos y una mirada
llena de algo vacío
acompañando a su corazón,
que hoy tocaba
latir por el brazo,
mientras no paraba de gritar
algo que nadie podía escuchar
ni entender.
Fue como todos los jueves;
ojeras, recuerdos,
dos paquetes de tabaco y un tupé
que fue flequillo
pero aún la volvía loca

(como el café),
y no de la manera
que le mentía al psiquiatra
esa tarde,
porque como en todas las citas,
a ella el veneno
no la podía curar.
Fue como todos los viernes;
ojeras, intentos de olvido,
dos botellas de vodka y una amiga que lloraba
pero que aún así la llevó a su casa,
porque era parte del viernes
y le gustaba el sentimiento
de los coches
pasando muy tarde
y la brisa nocturna
a las cuatro menos cuarto
de la madrugada,
porque se acordaba
de sus pantalones apretados
y no dolía,
entre dos cigarrillos y un monte
al que subir y ver
cómo se apagaba la ciudad a sus pies,
pero el rímel
acababa en su barbilla
y sus ojos
le quemaban al día siguiente.
Fue como todos los sábados;
ojos negros y rojos, y dudas,
dos sonrisas de su madre y el entrecejo fruncido de su padre,
que llevaban a un día plateado,
lleno de segundos,
que querían ser horas;
y minutos,
que querían ser décadas;
y una noche,
de sangre y vómitos
que llevaban
a lágrimas calientes
en la cisterna del váter.
No fue como todos los domingos;
no hubo ojeras, quizá más que demasiados recuerdos,
cuarenta cigarrillos y una vieja botella de whisky
de sus padres,
porque esa misma noche
vino el chico
de ojos azules y voz grave
y a ella le tembló el labio inferior,
porque trajo
el peor de los recuerdos
y se fue,
y también la visitaron
tres cajas de antidepresivos,
dos litros de lágrimas
y un solo vaso de agua,
para ella explotar
como los fuegos artificiales
que veía en el montón de chatarra
que fue su coche;
y por primera vez,
cumplió un "para siempre"
que, como todo:
fue sin él.

jueves, 1 de mayo de 2014

Historia de un vacío imposible de llenar.

Abrió la puerta, y en seguida notó el últimamente familiar olor a caramelos, menta, gel, y el perfume de aquel hombre que decía que le podía ayudar a ser feliz. Aquel hombre que tejía palabras, mentía, y tenía todo preparado para que su cerebro le hiciese creer que estaba bien. Aquel hombre, sonrió, y carraspeó.
-¿Cómo te sientes?
Ya no había violines para describir aquello, ya no había sangre, ni llantos, ni gritos, nada. No había nada ya dentro suyo.
A pesar de que siempre le hacía esa pregunta primero, esa vez lo miró con desprecio. ¿Que cómo se sentía? Joder. Maldito estúpido. No podía soportar aquello.
El silencio se prolongó hasta que habló de nuevo.
-¿Por qué vas vestido de negro? ¿Es que ahora eres gótico o algo de eso?
La única respuesta fue del ventilador. Los minutos se comían entre sí, hasta que volvió a hablar.
-Creí que querías estar bien de una vez. No retrocedas. No te hagas esto. ¿Por qué ahora de negro y tan serio? ¿Es que se ha muerto alguien?-trató de ironizar de nuevo, esta vez un poco más nervioso.
Él levantó la mirada por primera vez en toda la sesión.
Dejó volar las únicas dos letras que pronunció ese día.
-Yo.