Yo estaba sentada en el coche, intentando bajar todo lo que había subido mientras el humo salía de mí sin remedio.
Nos habían echado de aquel local, y tú estabas lo suficiente ebrio como para llevarnos a esa gasolinera. Antes me habías dado el que sería nuestro último beso, y me habías llevado en tus brazos al coche, mientras los dos reíamos.
Es cierto que nos moríamos. Hacía meses que la policía nos buscaba, pero a ti te daba igual. A mí no, me odiaba por haberte roto más de lo que ya estabas. Y ya es decir.
Viniste corriendo al coche, cogiste mi cigarrillo y tomaste una calada antes de arrancar el coche.
Arrancaste y nos perdimos en la oscuridad de la noche. ¿Dónde estábamos? Yo lo sé.
En una carretera, tan vacía como tu corazón, en cualquier lugar del mundo.
Y perdiéndonos a nosotros mismos.
Me gusta, pero creo que repites demasiadas veces la palabra 'coche'. Resulta bastante redundante.
ResponderEliminar¡Pulelo! Y te quedará algo bueno. La idea no es mala, pero necesitas ordenar tus pensamientos antes de escribirlos.
ResponderEliminar