viernes, 18 de octubre de 2013

Un viernes noche.

Y al llegar a tu casa con los pies ardiendo te das cuenta de que una tarde como esta no va a volver jamás.
Que ni las risas, ni las lágrimas, ni los abrazos, ni todo lo que se ha hecho en esta pequeña eternidad va a volver. Es bonito grabarlo en el corazón.
Es bonito llegar a tu casa y recordarlo en flashbacks, como si ese tiempo hubiera sido eterno.
Pero a la vez es triste que esa tarde se aleje para siempre. Hay cosas que nunca van a volver. Hay cosas que se quedan congeladas en el tiempo.
Somos de cerámica. O por lo menos yo. Si me cogen muy fuerte, después me rompo. En demasiados pedazos. Más de los que suelo hablar.
Y somos capaces de ser felices horas y que después duela otras tantas.
Por eso, siempre, hay que dejarse llevar.
Sé feliz mientras puedas. Porque esta, es tu vida.
Y quizá mañana acabe.

1 comentario:

  1. Que cierto, pero podemos hacer esto más días, seríamos tontos si no lo hiciéramos :)

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