lunes, 14 de julio de 2014

Llévate todo;
llévate lo que queda.
Llévate mis océanos,
llévate mis noches de verano.
Llévate el polvo, las cenizas,
el humo, los gritos,
los papeles quemados,
los versos solitarios,
mi piel, las hojas secas de primavera,
aquella fotografía,
aquella carta
que nunca te escribí.
Llévate mis dedos nerviosos
y mis aprietos de mandíbula.
Llévate el deseo
y llévate el odio.
Llévate el desamor,
y llévate las rosas.
Llévatelo todo.

Y cuando hayas acabado,
pon sangre en mis labios
y veneno en mis ojos.
Encadéname las muñecas
y tira tan fuerte
que todos los huesos
de mi esqueleto
se rompan.
Y bébete el óxigeno
de mis arterias,
y muerde la suciedad
de mis venas,
y párteme.

Y por último,
llévate mi alma.
Llévate mi alma
y destrózala
cuando salga el sol.
Destrózala
cuando amanezca
en tantos pedazos
que no se puedan ver.
Destrózala
como los baños
en callejones tenebrosos
a las cinco de la madrugada.

Así que llévatelo todo.
Llévate hasta mi sombra,

y llévame a mí.

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