martes, 1 de abril de 2014

También has roto el título. Pero al menos has sido tú.

Supongo que fue porque fui yo quien tenía un mosaico donde los demás un corazón.

O quizá fue porque tenía la piel salada. Quizá fue porque el niño murió y sustituyó el arco por una cuchilla y el violín, por su propio brazo.
Porque la música fluía inerte por mi cerebro.
La chica de la sonrisa de plata también murió, pero ahogada en sus propios pensamientos. No la culpo, porque a mí las palabras también me torturaron hasta perder el sentido, hasta ser letras descolocadas y borrosas.
Y bueno, quiero preguntarte por la chica de plata y oro, la chica de ojos blancos y corazón púrpura. Porque fuiste al fin y al cabo, tú. Tú la perdiste.

Tú te perdiste.

¿Y cómo eras? Como las mañanas sin ti; las noches sin ti, el viento, las tormentas, los glaciares.

Eras como esa frase de nuestra canción que nunca salió de mi cabeza. 

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