viernes, 17 de enero de 2014

Flores rojas.

Caminaba pero a la vez se moría. Llevaba así bastante tiempo. Quizá demasiado. Se agachó, y se puso a llorar. ¡Maldita inútil! Cogió una flor, y la olió. Sin pensarlo, de repente, se tumbó en el suelo. Entonces pasó. Lo llevaba esperando demasiado tiempo. Sonrió, empezó a gritar, se levantó y empezó a correr, empezó a abrazar gente desconocida, empezó a sonreír aunque odiaba su sonrisa, empezó a saltar y a sentir el viento a su cara como si necesitase oxígeno.
Se volvió a tumbar en el césped. Se recordó que a ella le gustaban las flores rojas. No como el rojo desgastado, ni como el granate, si no, un rojo vivo, como sus labios pintados y sin lágrimas.
Le gustaba cuando dormía y amanecía, y le despertaban los rayos de sol. Le gustaba llegar a casa un viernes y tumbarse en el sofá. Le gustaba darse una ducha y respirar y desprender pureza. Le gustaba sacar la mano por la ventanilla del coche e imaginar que volaba. Le gustaba estar un día de lluvia en casa con una película y un tazón de chocolate. Le gustaba hacerse moños. Y no le gustaba romperse. Y estaba cansada. Y feliz. Y triste. Y alegre. Y libre. Libre. Libre.
Tan libre como en sus vuelos nocturnos. Ella levaba demasiado tiempo jugando por las noches a romper cuerdas, a volar en picado. Pero eso se había acabado. O por lo menos, por unos segundos.
Eres feliz cuando menos te lo esperas. Y también te rompes, aunque en esos momentos no importa.

Simplemente quería volar hasta que le cortasen las alas.

2 comentarios:

  1. Una historia trágica la de esta chica, pero a pesar de no tener alas siempre se puede soñar y ser libres ^^

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    1. Todos decían que me repetía, así que cambié un poco la temática, ¡gracias!

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