jueves, 1 de mayo de 2014

Historia de un vacío imposible de llenar.

Abrió la puerta, y en seguida notó el últimamente familiar olor a caramelos, menta, gel, y el perfume de aquel hombre que decía que le podía ayudar a ser feliz. Aquel hombre que tejía palabras, mentía, y tenía todo preparado para que su cerebro le hiciese creer que estaba bien. Aquel hombre, sonrió, y carraspeó.
-¿Cómo te sientes?
Ya no había violines para describir aquello, ya no había sangre, ni llantos, ni gritos, nada. No había nada ya dentro suyo.
A pesar de que siempre le hacía esa pregunta primero, esa vez lo miró con desprecio. ¿Que cómo se sentía? Joder. Maldito estúpido. No podía soportar aquello.
El silencio se prolongó hasta que habló de nuevo.
-¿Por qué vas vestido de negro? ¿Es que ahora eres gótico o algo de eso?
La única respuesta fue del ventilador. Los minutos se comían entre sí, hasta que volvió a hablar.
-Creí que querías estar bien de una vez. No retrocedas. No te hagas esto. ¿Por qué ahora de negro y tan serio? ¿Es que se ha muerto alguien?-trató de ironizar de nuevo, esta vez un poco más nervioso.
Él levantó la mirada por primera vez en toda la sesión.
Dejó volar las únicas dos letras que pronunció ese día.
-Yo.

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